La Ribot nace en Madrid, 1962. Actualmente vive en Ginebra y trabaja internacionalmente.
León de Oro a la carrera en Biennale Danza di Venezia 2020
Grand Prix suisse de danse par l’Office fédéral de la culture en 2019.
Premio en Artes Plásticas de Comunidad de Madrid, España 2018.
Medalla de Oro al Merito en las Bellas Arte. España en 2015.
Premio Nacional de Danza, Ministerio de Cultura. España, 2000.
La Ribot es coreógrafa, bailarina y artista. Su obra, iniciada al final de la transición democrática en la España de los años 80, ha cambiado profundamente el campo de la danza contemporánea. Desafía los marcos y los formatos de la escena y del museo, tomando prestado libremente el vocabulario del teatro, de las artes visuales, de la performance, del cine y del vídeo para llevar a cabo un desplazamiento conceptual de la coreografía. Solos, exploraciones colaborativas, investigación con aficionados, instalaciones e imágenes en movimiento presentan desde entonces las facetas de una práctica proteiforme, que no deja de jugar con el derecho al cuerpo.
Nacida en Madrid en 1962, María Ribot empieza formándose en danza clásica a mediados de los años 70. Crítica desde muy pronto con las convenciones del ballet, continúa su formación en danza contemporánea en Francia, Alemania y los Estados Unidos antes de fundar, a su regreso a Madrid en 1986 Bocanada Danza junto a la coreógrafa Blanca Calvo. La experimentación de los años 80, cimentada en las prácticas colectivas y transdisciplinares, participa de la mezcla de géneros que se desarrolla dentro del underground madrileño, y que conjuga la danza, el cabaré, el free jazz, la música contemporánea y las artes visuales. Aunque España representa para La Ribot un punto de anclaje artístico e intelectual constante, su trayectoria la expone a entornos diversos. Entre 1997 y 2004 se instala en Londres, donde su trabajo recibe el apoyo de la corriente del live art, que presagia una cada vez mayor hibridación entre las artes del espectáculo y la performance artística. Desde 2004 vive, trabaja y enseña en Ginebra, donde ha fundado su compañía, La Ribot-Genève.
A partir de 1989, La Ribot se aleja de los colectivos de Madrid para dedicarse a radicalizar los elementos principales de su investigación. En 1991 firma, por primera vez con el nombre de La Ribot, una pieza llena de humor y autocrítica que ocupa un lugar seminal en su obra: Socorro! Gloria! Sola sobre el escenario, vestida con una montaña de ropa, la artista baila e interpreta un interminable estriptís con la sonata n.º 22 de Beethoven como banda sonora. La deconstrucción de los códigos de la danza apunta a la economía del espectáculo, al voyerismo y al acto de consumición del artista por parte del público que dirigen el ritual vivo del teatro. Abre la posibilidad a un regreso conceptual de esa información. Desde que deja al desnudo, literalmente, el material corporal de la danza, La Ribot desarrolla sus Piezas distinguidas que, de momento, constan de cinco series y cincuenta y tres piezas (1993-2020). Se trata de solos breves, encadenados sin solución de continuidad a lo largo de varias horas, con la fuerza poética de las pequeñas formas, y en los que la expresión se vuelve nítida y mordaz. El cuerpo que los interpreta se convierte en material entre objetos cotidianos, reinventados con una aparente ligereza y que destilan una crítica silenciosa de la sociedad. Con un gran ahorro de medios y una dramaturgia precisa, la artista convierte el espacio en sí en una partitura coreográfica, y llega incluso a incluir al público cuando pasa de un escenario a un cubo en blanco. Esta obra pionera se enmarca en un enfoque conceptual que, desde los años 90, ha surgido de la coreografía para reflexionar sobre las convenciones del arte contemporáneo y las prácticas sociales del museo. No se conforma con abrir la danza a espacios no escénicos, sino que se atreve a proponer, por primera vez en el campo de la performance, un principio de transacción inmaterial que permite que cada Pieza distinguida sea adquirida por un/a «propietario/a distinguido/a».
Desde el año 2000, las piezas coreográficas y las instalaciones de La Ribot se cuestionan los límites del tiempo real de la obra viva comparándolo con el de los medios. La grabación de vídeo, así como los circuitos de transmisión directa que permiten la presencia «a distancia», dan pie a comprimir o dilatar el espacio-tiempo de la performance, a cuestionar la representación del cuerpo. Despliegue (2001) rompe, por así decirlo, la larga secuencia de las Piezas distinguidas en el espacio-tiempo reducido a un único plano fijo de vídeo de cuarenta y cinco minutos. Por el contrario, la herramienta del «cuerpo-operador», origen de su serie Traveling (2003), de Mariachi 17 (2009) o de su homenaje a Loïe Fuller, Beware of Imitations ! (2014), dota a los bailarines de su propia cámara, en un desafío cada vez más complejo al plano secuencia. El espacio percibido a partir del cuerpo es el de una avalancha visual que, en contraposición a los medios de comunicación, ofrece un sensorium orgánico que el cerebro no es capaz de asimilar. Renace en él la teatralidad por medio del suspense, el trampantojo, el vuelco de las escalas y de las distancias. En su serie de vídeos FILM NOIR (2014-2017), la artista hace una labor de observación política del cine de los años 60, analizando lo que revelan las posturas de los figurantes, contratados de entre la población local, de las grandes películas históricas rodadas en España bajo el régimen de Franco.
La obra de La Ribot va y viene entre los cuerpos y las cosas, entre el teatro y la exposición. Su instalación performática de 2006, Laughing Hole, que reúne a tres bailarinas entre un cúmulo de cartones rotulados, tiene una carga crítica de alto voltaje. «Fiesta en Gaza», «inmigrante en venta», «agujero brutal»… Palabras que las intérpretes llevan, literalmente, a modo de precaria pancarta mientras no dejan de reírse. En 2010 concibe Walk the Chair, una instalación de cincuenta sillas plegables con citas, que sugiere una conciencia activa del papel del espectador y se plantea su relación con los objetos de la exposición. En una de las sillas escribió: «He soñado que todas las obras de arte del mundo, millones y millones, cobraban vida y nos devoraban a todos». La presencia humana circula, inestable, y el lugar del individuo nunca se concreta. Es lo que muestran también piezas escénicas como Gustavia (2008), escrita e interpretada junto a Mathilde Monnier, un homenaje a la comedia física o a la rebelión anárquica y absurda de las cosas, o la radical El Triunfo de la Libertad (2014), escrita y puesta en escena con Juan Domínguez y Juan Loriente. En esta última pieza, el público se enfrenta a un escenario completamente vacío y desierto. El texto de una obra invisible va desfilando por pantallas de LED, como las cotizaciones de la bolsa de Times Square, a la vez que una cronología de efectos tan precisa como enigmática deja al desnudo la fábrica del teatro. Por último, en sus trabajos en grupo, que encarnan toda la dimensión experimental de su obra, La Ribot explora las posibilidades de un cuerpo colectivo, en el que se presenta un reparto orgánico e intuitivo del gesto creador. Entre estos trabajos cabe citar 40 Espontáneos (2004), que recurre a cuarenta figurantes cuya actividad en escena consiste, por medio de una lenta repetición, en la recopilación gráfica y material de una memoria colaborativa. O, más recientemente, Happy Island (2018), creada junto a la compañía Dançando com a Diferença y representada por bailarines con capacidades diferentes. La obra, que combina los retratos individuales y la energía del grupo, desarrolla con pudor un espacio de movimiento en el que sensualidad, sexualidad e imaginario afirman su derecho a cabalgar entre el arte y la vida.
Hasta el momento, las Piezas distinguidas siguen siendo para la Ribot una obra en curso inacabada y, a la vez, un laboratorio conceptual que alimenta el conjunto de su filosofía coreográfica y un diario de su perspectiva política del mundo. Las tres primeras series, sutilmente estructuradas a partir del arte encontrado y el ensamblaje, anclan la obra a lo largo del solo, en la línea de los grandes gestos de ruptura protagonizados desde el auge de la danza moderna por parte de las bailarinas coreógrafas: son 13 Piezas distinguidas (1993-1994), Más distinguidas (1997) y Still Distinguished (2000). Estos tres conjuntos darán lugar a Panoramix (1993-2003), antología completa de tres horas creada en la Tate Modern (Londres), que explota todas las características de una sala de museo. En PARAdistinguidas (2011), La Ribot vuelve a escena para dedicarse a alterar su propia obra, introduciendo solos coreografiados para otras bailarinas y la participación de veinte figurantes. Más recientemente, el trío inquieto y palpitante que forma La Ribot junto a Juan Loriente y Tami Manhekela representa las diez piezas agrupadas en la serie Another Distinguée (2016). En semipenumbra, en una escena obstaculizada por una masa informe, ningún cuerpo parece capaz de quedarse quieto. El espacio se estrecha en torno a movimientos forzados, en sainetes burlescos y mordaces, de una violencia contenida.
Los vídeos e instalaciones de La Ribot se han presentado en varias exposiciones, y algunos de ellos se conservan en las colecciones permanentes de instituciones públicas, como el Centro-Museo Vasco de Arte Contemporáneo de Vitoria – Artium (Euskadi), el Centre National des Arts Plastiques (París), el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofia, el Musée National d’Art Moderne – Centre Pompidou (París), el MUSAC- Museo de Arte Contemporáneo de Castilla y León (León) o La Panera (Lleida).
Por Marcella Lista, Conservadora jefe de la Colección Nuevos Medios, Museo Nacional de Arte Moderno-Centro Pompidou, París.